viernes, 2 de noviembre de 2012

Historias de vida

Desde pibe que me crié aquí. En Belgrano. Mis padres emigraron desde Alemania desde muy pequeños, con mis abuelos que se establecieron primero en los conventillos del centro y luego mi tía que ya estaba radicada aquí hace muchos años los ayudó a pagar el alquiler de una casa. La casa era un habitáculo de carencias. No todo en Belgrano era tan lindo como ahora. Había viviendas rústicas de gente que de a poco iba edificando hasta lograr un lindo hogar. Eran tiempos donde la gente venía y podía rebuscárselas. Donde todavía las cosas eran menos aceleradas y valían los oficios. Algunos, no quiere decir que tampoco todo era color de rosa para todos. Pero mis abuelos con mi madre no la pasaron mal. Por otro lado, mi padre tuvo una historia similar, él también se instaló en Belgrano con su familia y en el colegio conoció a mi madre donde salieron por mucho tiempo. Antes que eso fueron amigos. Mi abuelo era peluquero. Era el peluquero del barrio. Había traído el oficio de su tierra natal y le encantaba el trabajo que hacía. Hablar con la gente más que nada. Así aprendió castellano muy rápidamente. Lo hablaba y escribía con gran fluidez, como si fuese un nativo, pero nunca perdió un poco de ese acento. En cambio a mi abuela le costaba un poco más. Las conjugaciones por sobre todas las cosas era lo más difícil para ella. Es que no tenía dónde ir. Las mujeres en ese entonces se quedaban en la casa y cuidaban a los hijos. Hoy la vida de mi madre, de mi esposa es distinta. Mi esposa tiene una casa de delivery en Belgrano y nunca fue una mujer dependiente. Por el contario, es el sotén de la casa. Yo trabajo como maestro y la verdad que con eso no alcanza. Entre un trabajo y otro uno se las rebusca.

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